Cuando yo me muera no quiero que vayáis a una iglesia. No me apetece que repitáis frases sin sentido durante una misa. No quiero que un señor totalmente ajeno a mi vida os hable de lo que hice o no, de lo que me gustaba. Vosotras lo sabréis mejor que él. Sabréis qué comida me encantaba, de qué me reÃa, qué odiaba y qué me perdÃa. Sabréis en qué ciudad me hubiera encantado vivir o qué nombres les habrÃa puesto a los hijos que nunca tuve. Sabréis más de mà que él. Eso seguro.
Cuando yo me muera idos a una plaza. No vistáis de negro e intentad no llorar mucho. No sirve de nada. Hablad. Contad algo que yo os haya dicho o que nos pasó. Comed. Llevad muffins, batidos, brownies. Lo que os apetezca. Ocupad la plaza, llenadla de memoria. Jugad. Abandonaos al juego y reid. Todo lo posible. Que os duela el cuerpo solo de eso.
Cuando yo me muera no quiero que os veáis en un tanatorio. No lo hagáis en lo privado. Llevad la muerte, como la vida, a la calle. Idos a la plaza. No quiero que paséis de pie horas. Sentaos en el suelo. Veros allÃ. Encontraos las que de verdad tengáis que estar. No quiero compromisos. Trato de no tenerlos ahora. No dejéis que existan entonces.
Cuando yo me muera, dejad que hablen los niños. Dejad que griten, que corran o que lancen una peonza. Hacedles cosquillas. Dejad que os las hagan a vosotras.
Cuando yo me muera tal vez nadie se acuerde de esto. Lo mismo estáis ocupadas llorando y este texto ni se os pasa por la cabeza. A lo mejor os dejáis llevar por el rito, por lo acostumbrado. No podré deciros nada.
La muerte nos atraviesa. Nos deja tontos. Nos impide pensar. Nos conmueve. Cuando yo me muera sólo quiero que sigáis ahÃ, viviendo.