Andaba profundizando en el grupo de Ciudad y Procomún, y he aterrizado en una entrevista a Antonio Lafuente en Código Abierto de Bernardo Gutiérrez.
Me he visto coleccionando una tras otra cápsula tras cápsula para mi tumblr, tanto que daba para hacer un post. Pero, ¿qué tipo de post es ese en el que casi se reproduce al completo el texto original? ¿Tiene sentido?
Es aquí dónde se me ha ocurrido remezclar la entrevista (No dejen de leer la original!), insertando preguntas que Bernardo no le realizó directamente a Antonio, pero que Antonio sí me contestó a mi. Gracias a los dos.
¿Qué es el procomún?
Lo que es de todos y de nadie al mismo tiempo. En el castellano antiguo más que describir una cosa, da cuenta de una actividad que se hace en provecho de todos. El procomún, los commons, en todo caso, no es definible, porque evoca la existencia de bienes muy heterogéneos que van desde los viejos pastos comunales a los nuevos mundos de la biodiversidad, el folclore o la gastronomía.
¿Un ejemplo?
El aire es un magnífico ejemplo de lo que nos pasa: nadie es tan poderoso que pueda prohibir la respiración, pero en cambio sí puede echar allí su basura como si se tratara de su basurero particular. En fin, el procomún, más que un concepto o un agregado de cosas, es un campo de experimentación en donde estamos contrastando las distintas formas de hacer política, las diferentes maneras de gestionar el espacio público y las nuevas formas de movilizar el conocimiento.
¿Por qué hablar de los procomún si ya tenemos lo público? ¿Qué diferencias hay entre ambos?
Hasta hace poco no sabíamos, quizá ni lo necesitábamos, distinguir entre público y procomún. El desmantelamiento de lo público ha seguido un patrón que no cambió mucho de unos ámbitos a otros. Primero se tolera la degradación del espacio público (se permite el absentismo, el despilfarro, la corrupción, el amiguismo). Segundo se introduce la necesidad de externalizar servicios y, subliminalmente, se invita a la gente busque mejores opciones en lo privado. Y, por fin, se venden los recursos que funcionan y el resto se diseñan ya como ámbitos de beneficencia. Hoy, sin embargo, además de defender lo publico, tenemos que pensar en el procomún. No sólo porque muchos bienes comunes desbordan los límites del estado-nación, como por ejemplo el clima o internet, sino también porque el estado-nación se ha demostrado un instrumento demasiado torpe, burocrático y homogeneizador. Las luchas de los enfermos del SIDA, los debates sobre el derecho a ciudad o las movilizaciones de las víctimas del crédito hipotecario están revelando la existencia de nuevos ámbitos de lo político de las que el estado se ausenta. (…) Esto no puede ser. En algún momento tendremos que parar la máquina de devorar procomún. Sin un procomún robusto y bien gestionado no habrá ni público ni privado. El procomún no es una invención de cuatro perroflautas, sino una urgencia colectiva.
Y lo privado, referido a la propiedad. ¿Dónde queda situado en este contexto?
En la práctica, más acá de los radicalismos paletos y neoliberales, la propiedad es relacional, fragmentaria, incompleta, contestada e imaginaria. Tanto, que las cosas importantes nunca tienen, ni tuvieron, un dueño claro. Más aún, la propiedad, dominio, control o derechos sobre las cosas, tanto sobre su uso y abuso, como sobre su adquisición y transferencia, siempre es más procesual que factual, y, desde luego, más relativa que absoluta. Comprender la propiedad y sus laberintos es condición necesaria para entender el mundo que vivimos. La traza del procomún siempre acaba enredada en las trama de lo propietario. Donde acaba lo patrimonial, público o privado, empieza lo procomunal. Pero sería un error imaginar un mapa con esas tres provincias bien delimitadas. Al lado o sumergido, entrelazado, transterrado o invisible, está el mundo ese mundo de lo común: la riqueza oculta de las naciones.
Entonces, si no puede delimitarse. ¿Cómo distinguir el procomún?
Lo público, lo privado y los procomún no son mundos independientes ni antagónicos. Tienen que aprender a convivir, muchas veces en tensión y otras colaborando. (…) Los bienes comunes, sin embargo, tal como explico Elinor Ostrom son una forma de gestión. No hay una sóla manera de hacerlo correctamente, sino que cada comunidad debe experimentar y encontrar la mejor manera de sostener el bien. El procomún no es otra estrategia para ordenar el mundo, jerarquizarlo y estandarizarlo. (…) El procomún apuesta por la diferencia y la excepcionalidad.
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CC by-sa Entrevista a Antonio Lafuente (@alafuente) en Código Abierto (20M) de Bernardo Gutiérrez (@bernardosampa). Remezcla, con extractos seleccionados e inserción de preguntas por Paco González (@pacogonzalez).