La Colina de Peralías
15.08.2012

«Una aventura apócrifa» de Aitor Lázpita

por Dolores Álvarez

Una aventura apócrifa

Sacado del blog Gramática parda de Aitor Lázpita

Donde se cuenta el sabroso coloquio que pasó entre don Quijote y un mozalbete sobre el estado de la educación en nuestro reino. 

Llegaron por fin el asendereado caballero y su escudero a una amena floresta que a lo lejos habían divisado. Un arroyuelo atravesábala, convirtiendo el suelo en una alfombra verde y viciosa.

Hallaron descansando allí un muchacho de edad hasta de veinte años, vestido a lo rústico, tumbado bajo las ramas suavemente meneadas de un frondoso sauce. El mozo cuidaba de un hato de cabras, no muy numeroso, que retozaba a su alrededor.
Saludó muy cortés y comedido a don Quijote y a Sancho, mostrando buena crianza en sus palabras y en sus gestos. El amo y el criado quedaron un tanto perplejos al verse tan gentilmente tratados por un zagal ataviado con tales vestidos. Su semblante también desmentía su oficio. La color trigueña de su rostro, rubicundo, no era la propia de un cabrero.
La curiosidad picó a nuestro caballero, que le devolvió las gentilezas y finuras. Acercose a él para poder conversar a su sabor. Estuvieron tratando de lo humano y de lo divino, de donde coligió don Quijote que aquel zagal por fuerza debía ser al menos bachiller, si no licenciado.
-En vuestras palabras se hace evidente que sois un muchacho bien criado y que habéis cultivado vuestro espíritu- dijo el hidalgo manchego.
-Agradezco mucho a vuestra merced tales cumplidos. A fe mía que dediqué largas horas al estudio en mi mocedad. Leí y estudié a los clásicos griegos y latinos, la geometría y el álgebra, pero desgraciadamente no pude recibirme de bachiller.
-Sería, sin duda, por tener que atender a los negocios familiares. Perdonadme la licencia, pero me extraña sobremanera veros guardando un hato de cabras, teniendo tales prendas como las que habéis mostrado.
-Ahí se equivoca vuestra merced -terció Sancho Panza- pues me tiene dicho más de una vez que de linajes rústicos han salido reyes, y que de mi caletre, cuando sea gobernador, pueden salir más sentencias que dijo Catón, aunque no haya estudiado ni sepa siquiera la primera letra del abecé, pues nadie es más que nadie si no hace más que nadie y que muchos creen que hay tocinos y no hay estacas.
Encolerizose el de la triste figura y le reprendió.
-Enfrena tu lengua, villano, y no muestres la basta hilaza de la que estás fecho. Regáñame mi madre y yo trompógelas. Te tengo mil veces dicho que no interrumpas a tu señor, y que no ensartes refranes a troche y moche, pues te llevan a despeñarte desde la altura de tu impertinencia a la sima de tu ignorancia.
-Pues acaba de soltar uno redondo como un queso vuestra merced- replicó el escudero.
Don Quijote hizo ademán de levantar el lanzón, pero Sancho Panza escondiose tras el rucio.
-Disculpad a mi escudero, señor, y contadme, pues, por qué no pudisteis recibiros de bachiller.
-Aconteció que hace unos años -prosiguió el zagal- hubo en el reino gran escasez, seguro que vuestra merced lo recordará, y nuestras autoridades decidieron que la enseñanza habrían de pagarla los pupilos, de tal modo que quedó la escuela vedada a quienes no tuvieran suficientes riquezas para pagarla. Mi familia es humilde, cosa de la que no me avergüenzo, pues es honrada, así que vime de hoz y coz fuera de la escuela sin mi título de bachiller.
-Gran sinrazón ¡voto a tal! -y arrojolo redondo don Quijote.
-No solo eso, sino que mis antiguas camaradas me refirieron que la enseñanza se halla desde entonces en un estado de postración lamentable. En las aulas hay muchos más estudiantes de los que caben, y hay tal barahúnda de gentes, que no se entienden las lecciones. Los maestros, además, están mohínos, pues han perdido gran parte de sus salarios, además de tener que trabajar en peores condiciones.
-Habéis de saber, señor estudiante o cabrero, que es gran desgracia para una república lo que acabáis de contar. Nada hay de más valor para un reino que la educación de sus jóvenes. Así pues, poco bueno aguarda a nuestra patria -sentenció el caballero andante.
Sancho Panza, que estaba reventando de ganas de hablar, pero se contenía por miedo a su señor, no pudo más y al fin dijo:
-Paréceme a mí, mi señor Don Quijote, que todo esto ocurre por vía de encantamiento, como vuestra merced muchas veces me tiene dicho. Ya que no cabe en cabeza de cristiano que sean los propios gobernantes los que quieran arruinar nuestra patria, dejando huérfanos de educación a nuestros zagales.
-A fe de caballero andante que ahora has hablado bien -dijo Don Quijote. Se nota que mi compañía va haciendo efecto en tu magín, amigo Sancho. Aún así, dudo que haya encantadores por medio en esta ocasión.
El mozo, cuando oyó hablar de encantadores, dio por rematado el juicio del amo y del criado, si alguna duda aún le quedaba.
-No hay encantadores, señor caballero. Es todo achaque de privados y banqueros, que entrambos quieren llevarse los dineros del bien común, arruinando a los pobretes.
-¿Y no hay quien salga en defensa de tamaña injusticia?
-Los propios maestros, señor caballero andante, se han agrupado para hacer fuerza y mostrar a las gentes la ruina que nos aguarda si no corregimos esta situación. Júntanse en la capital del reino y protestan pacíficamente. A pesar de ser más que razonable su protesta, los gobernantes acuden a la Santa Hermandad para que los prenda y los maltrate. Además, las autoridades echan la culpa a anteriores gobiernos y a las potencias extranjeras, en especial a los tudescos, que dominan las finanzas europeas. Hacen oídos sordos a muchos arbitristas, que proponen otras soluciones que no pasen por dañar a la educación. En fin, señor hidalgo, que veo el negocio más que rematado.
-No permitiré yo eso, por quien soy. He de ponerme en camino y desfacer este grande entuerto que se hace a nuestra patria. Vamos, Sancho, ensilla a Rocinante y al rucio. Nos ponemos en camino para pelear por la justicia, para eso fui armado caballero andante.
-Tenga cuidado, mi señor, no se vea en otra como la de los molinos y acabemos bataneados, molidos y aporreados -respondió el escudero.
-Eres de natural miedoso, Sancho, como todos los de tu estado. Pero no temas, no hay aquí quimeras ni gigantes. Aunque duros de corazón, son humanos como tú y como yo quienes han causado este desaguisado. No ha de ser tan desigual la batalla.
Con estos y otros razonamientos fueron alejándose el caballero y su escudero, tras haberse despedido del muchacho, que quedóse maravillado de la valentía de Don Quijote, cuerdo y loco a ratos, pero siempre presto a defender a los menesterosos.
Cuenta Cide Hamete Benengelí, grande historiador arábigo y autor de esta verdadera historia, que don Quijote y Sancho se dirigieron a la corte y allí se les vio en la Puerta del Sol, tomando partido por los agraviados ciudadanos de esta república.

Publicado por en 12:42

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